Autorxs
Juana Abramovich Cosarin, Manuela Alcalde Echeverría, Tiziana Carioli Nelli, Renata P., Mora Piazzolla, Ciaro Spinetta
Se sumerge
Un hombre de aspecto de Edad Media camino sobre un bosque a oscuras, lo único que lo ilumina es una pequeña vela, la oscuridad se traga todo. Ve prados negros, figuras de pequeños animales correteando por las patas de esta persona, ve el brillar de la sabia sagrada, las hojas difuminaban y creaban espejismos, camina oculto de la vida, es larga la noche y las imágenes no se quieren mostrar. Ve sobre una piedra una pequeña criatura color verde que empieza volar por su oreja, el habitante intenta alejarlo, se encuentra a 2 más y le empiezan a susurrar sus odios ya prendidos. Lo llevan hacia un pequeño río, su agua se veía iluminada y cristalina y la noche ya no pesaba tanto. Las criaturas desaparecen como la cola de un ratón y el humano sin pensar en su vestimenta se tira al río, se sumerge, se baña. Quiere tocar el espejo de nubes, sólo creía ver el río, estaba hipnotizado… ve una pequeña sombra debajo del Río, se encuentra a una especie de pequeño dragón rojo acuático, sus escamas eran prolijas, casi artificiales, el humano se sube al dragón y este lo lleva por un agujero muy debajo del agua, respiraba, no pensaba en qué estaba pasando, ve bestias de todos los colores, unos a colmillados, flacos, peligrosos… de tanta sorpresa se lleva las manos hacia la cara y se despierta. Estaba en su cama y veía la luz del sol, un sueño que parece muy real, abre la puerta de su casa y ve que está sumergido muy profundo el agua, lo que había visto es real.
Lago Sáez
Aquí yo, allá nada o aquí nada y allá tampoco. Un lugar de sentimientos puros, de ser pequeño entre montañas de cumbre nevadas que descansan. Reposar frente a tan bello espejo de agua cristalina. Pensar, pensar que un tremendo sacudón creó la paz, esa que tanto abunda en el agua que sólo montañas refleja, nevadas, esa con la que corre los ríos. Dos ríos que desembocan en un lago, un lago entre montañas, montañas en Badakhshan, Tayikistán, Asia, Planeta Tierra.
Sigue escondido
abrir los capullos
y buscar desesperadamente
el sonido del mar,
vaciarlos como frascos de botones
y encontrar nada más
que el crecer.
tomar un poco
del viento y rellenarlos como almohadones.
cocer los descosido
y pincharse con la aguja
de la ausencia.
el sonido a mar
sigue
escondido y
los capullos desflorecidos.
Canción 4
Estoy hace horas caminando en el bosque sin saber a donde voy. No recuerdo como termine aca y no pareciera haber nadie cerca para ayudarme. Todavía no me termino de despertar. Entre la confusión y el recién haber abierto los ojos, tropiezo y caigo dentro de un enorme hueco. Empiezo a mirar para todos lados pero veo todo negro y comienzo a desesperarme, hasta que empiezan a caer objetos a la par mio; un violin, una taza, una extensa carta, un libro. No se de donde salio ninguna de estas cosas y soy incapaz de dejar de gritar, como si alguien fuese a escucharme. Como si hubiera alguien más cayendo en el mismo hueco. Una foto, un pedazo de madera, un candelabro. Creo que nunca voy a dejar de caer, que voy a morir acá adentro suspendido en el espacio entre objetos inánimes.
Y cuando pude cerrar los ojos y controlar mi voz, todo se hizo más lento y mi cuerpo aterrizó. No me dolió, pero no estoy preparado para abrir los ojos. Entonces me dejo consumir por el suelo, donde sea que esté.
Se manifiestan
Ronronear los hongos
Los hongos que pupilan
Los hongos que se manifiestan
Cada vez
Cada vez que calzo mi mochila
en mis hombros,
vacía,
pero pesada de recuerdos.
Montañas,
pasto, mucho pasto,
mosquitos.
en
cada
uno
de los cie rres.
Silvestre
darte la mano
es como
respirar
el aire apretado
que entra por
la ventana
rozar los labios
con el borde
de la manga
disolverse
en una
cucharadita
de miel
es tan frágil
lo que crece
silvestre
destruir
una flor
de un suspiro
es tan finito
